El Santuario del Bom Jesus do Monte, tal como lo conocemos hoy, es el resultado de múltiples intervenciones arquitectónicas, unidas a un esfuerzo significativo de actualización estética y catequética que, desde el final del siglo XV, viene reafirmando la vocación religiosa de este espacio.
En su construcción trabajaron varios artistas de Braga, principalmente durante el periodo barroco, una vez que la facción escenográfica de la escalinata y el concepto de iglesia de peregrinación se acentuó, especialmente en esta época.
De igual manera, el Santuario se encuentra indisociablemente vinculado al nombre del arzobispo Don Rodrigo de Moura Teles, que ha conferido a todo este complejo una unidad arquitectónica e iconográfica, celebrando también su propio poder como miembro de la iglesia, al colocar sus escudos en el pórtico que inicia el recorrido.
Sin embargo, las obras del templo se mantuvieron hasta el siglo XIX, y aunque sea el lenguaje barroco que predomina en todo el espacio, son múltiples los testimonios del rococó y del neoclasicismo.