Braga fue una oferta de Alfonso VI de Castilla como dote a su hija Dona Teresa, por ocasión de su matrimonio con Don Enrique de Borgoña, que se convirtió en gobernador del condado de Portucale, en 1094. Los grandes señores de la villa, principales impulsores de su desarrollo, serian obispos y arzobispos. En c.1070, Don Pedro, primer Obispo de Braga, reorganiza la Diócesis y empieza las obras de construcción de la Sé Catedral, y a partir de fines del siglo, la urbe inicia su desarrollo en su alrededor. En el inicio del siglo XVI, el Arzobispo Don Diogo de Sousa llevó Braga a romper con el cinturón de murallas medievales, construyendo prácticamente una nueva ciudad, de acuerdo con su gusto erudito y con la influencia del Renacimiento. Otro insigne arzobispo bracarense sería Don Fray Bartolomé de los Mártires, cuyos escudos supuestamente integrarían el monumento conocido como Pelourinho de Braga (E. B. de Ataíde MALAFAIA, 191997, p. 127). La ciudad, conocida también como “Roma Portuguesa” o “Ciudad de los Arzobispos” que entre los siglos XV y fines del siglo XVIII usaban el título de Señor de Braga. Así, la relación entre la ciudad y la Iglesia determinó su independencia administrativa a lo largo de los siglos, siendo que la referida picota posee como decoración las armas episcopales, junto con las nacionales.