La Iglesia de San Victor, en Braga, es considerada por muchos uno de los primeros ejemplos, si no el primero, de un templo concebido como obra de arte total, donde la arquitectura de tradición manierista se creó de manera a recibir la talla y la azulejaría que recubren el interior de la Iglesia en su totalidad (SMITH, 1970). Es lo mismo que decir que, de la combinación de distintas técnicas, resulta un espacio complejo, pero donde reina la coherencia resultante de un programa ideológico concreto.
La organización espacial, delineada por el francés Miguel d’Escole y bajo la dirección del maestro de pedrería Pascoal Parente, es simple, siendo que todos los volúmenes - nave única, capilla mayor con sacristías laterales, y torre cuadrangular adosada -, se desarrollan según un mismo eje longitudinal. En un contexto de tradición militarista, el plano de SanVictor nada añade a los esquemas ya conocidos (GONÇALVES, 1982 - 1983, p. 259), pero se beneficia de los revestimientos en talla y azulejo, que alegran y revitalizan la austera textura muraria del interior.
La fachada de granito, aún está bastante lejos del fulgor que André Soares introducirá (PEREIRA, 1986, p. 36-38). Es un buen ejemplo del barroco bracarense, presentando pilastras laterales, portada principal ladeada por dos nichos que albergan representaciones escultóricas de dos arzobispos, y frontón triangular, en cuyo tímpano se encuentra el blasón del arzobispo Don Luís de Sousa, el responsable por la edificación de la iglesia iniciada en 1686, en que se convirtió en el gran emblema de su pasaje por el Arzobispo de Braga (GONÇALVES, 1982 - 1983, p. 259). El piñón es rematado por una cruz cardenalicia. Los demás alzados son animados por pilastras de granito y ventanas de iluminación, que les conceden ritmo, acentuando el contraste entre la piedra y la cal.