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Convento, Colegio e Iglesia dos Congregados

Convento, Colegio e Iglesia dos Congregados

Convento, Colegio e Iglesia dos Congregados, también denominado «Congregación de San Felipe Néri».

En el contexto de las arquitecturas proyectadas por André Soares, la fachada de la iglesia dos Congregados es aquella que el importante historiador norteamericano, Robert Smith, definió como su  "obra más emocionada" (SMITH, 1973, p. 32). En realidad, esta fachada marca un trayecto que se desarrolló en el sentido de la abstracción, alejándose de sus obras iniciales, relacionadas con la influencia rocaille. Iniciada con la Casa da Câmara, en 1753, esta línea evolutiva caracteriza la tercera fase de la carrera profesional de André Soares, y la iglesia dos Congregados es uno de sus mejores ejemplos (PEREIRA, 1989, p. 456). Aunque solo le sea atribuida, pues no conocemos documentación que permita confirmar su autoría.
Sin embargo, la presencia de la Congregación del Oratorio en Braga es bien anterior, remontando a la segunda mitad del siglo XVII, cuando el canónigo João de Meira Carrilho invitó los oratorianos a establecerse en la ciudad (OLIVEIRA, 1988, p. 5), con la aprobación del arzobispo Don   Luis de Sousa (ROCHA, 1996, p. 118). La primeras instalaciones provisorias  estaban cerca de la Sé, pero desde 1687 que los sacerdotes oratorianos se encuentran en el Campo de San t’Ana , en alojamientos que deprisa se revelaron demasiado pequeños para el crecimiento de la Congregación (ROCHA, 1996, p. 118).
En esta remodelación, fue también construida una nueva iglesia, en el lugar donde antes se erguía el oratorio. Los trabajos se iniciaron en 1703, siendo la obra orientada por Manuel Fernandes da Silva (SMITH, 1973, p. 31), que fue, seguramente, el autor del proyecto (ROCHA, 1996, p. 120). De acuerdo con los estudios recientes de Manuel Joaquim Moreira da Rocha, la « espacialidad del edificio» es característica de Manuel Fernandes da Silva, bien como determinados pormenores, entre los cuales se destacan los nichos de arco crucero, de tradición manierista, conforme a su formación (ROCHA, 1996, p. 120). Por otro lado, es evidente la monumentalidad exigida por la Congregación, visible en la uniformidad del espacio, e al nivel de las dimensiones del arco crucero.
No obstante, la consagración del templo ocurrió solamente en 1717, después de concluidas la capilla mayor y parte de la nave. En realidad, los dados de que disponemos revelan la morosidad de las obras y, en el mapa de la ciudad, de 1750, la fachada principal aún no existía (SMITH, 1972, est. 21).
La intervención siguiente ha sido de responsabilidad de André Soares, que trabajó en este proyecto entre 1758 y 1766, donde resultó una fachada marcada por el eje central, cuyo verticalismo  se acentuó por las pilastras laterales. Entre estas, se rompen diversos vanos de moldura ondulada, que prestan grande tensión al conjunto. El propio remate del edificio denota la misma tendencia ondulada que emana de los demás vanos e, principalmente, del ventanal central, cuya forma se asimila a una cerradura (SMITH, 1973, p. 31). Encontramos en esta composición un gusto por las formas macizas, en detrimento de un decorativismo más delicado, que Soares usó en el inicio de su carrera profesional, como se puede verificar, entre otros, en la denominada Casa do Raio, en Braga.
Las torres que flanquean la fachada son posteriores a la intervención de André Soares, pues no fueran terminadas. Su conclusión ocurrió solamente en el siglo XX, usando como modelo las de la iglesia de San  Miguel de Refóios, en Cabeceiras de Basto (SMITH, 1973, p. 55).

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