La pequeña capilla de Montélios debe su existencia a San Fructuoso, obispo de Dume y de Braga durante la época visigótica, que aquí escogió ser sepultado, en la década de 60 del siglo VII.
En una primera fase y, bajo órdenes de João de Moura Coutinho, el monumento fue intervenido, usando como modelo las construcciones tardoantiguas de Ravena. Para ese efecto, se reprodujeron elementos decorativos, iguales a otros aparecidos por ocasión del desmontaje de numerosas construcciones adyacentes.
En su pequeñez, Montélios es uno de los más fascinantes monumentos altomedievales peninsulares, simultáneamente aparentado con obras mediterráneas de los siglos V-VI y IX-XI. Independientemente de los rumbos futuros de la historiografía, permanecerá como obra indispensable en los estudios dedicados a la Alta Edad Media Occidental.